domingo, enero 31, 2010

Día 914, domingo

Decidí darle una oportunidad a Barranco, así que bebí bastante cerveza, conocí a un par de chicas que me llegaban apenas a la cintura y entré con ellas al Sargento a golpe de tres de la mañana. La discoteca era un desastre y aquello me llenó de alegría. Las chicas liliputienses pronto se olvidaron de mí y en la cola para comprar cerveza se apareció una amiga, el pelo húmedo, fuerte olor a colonia, maquillaje en el rostro, diciéndome que estaba buscando a un chico. Dio el nombre. No la escuché bien. Me preguntó si lo conocía. ¿Quién? Fulano de tal, dijo. No, no lo conozco. ¿Debería conocerlo?, le pregunté. No, todo bien, me dijo, antes de desaparcer en aquel maretazo humano que eran los cuerpos de los chicos y las chicas en permanente éxtasis nocturno. Compré una cerveza y me dediqué a tomarla en el rincón más tranquilo y alejado del lugar. En eso aparecieron. Estaban a menos de un metro y conversaban con la chica que hacía un rato me había preguntado por alguien. Eran los chicos del colegio Alpamayo, todos altos y con buen porte, el pelo cortado a la manera escolar y el uniforme bien cuidado sobre sus cuerpos. Pasaron muy cerca de mí y uno de ellos me saludó, sonriendo ampliamente y dedicandome la mejor de sus caras. ¿Cómo va todo?, me preguntó. Huí como un gato atemorizado, dispuesto a perderse en las azoteas de la ciudad antes de seguir corriendo peligro en el Sargento.

jueves, enero 21, 2010

Día 904, jueves

Esta mañana mi gata cazó un saltamontes enorme. Mi madre, horrorizada, le pidió que libere aquel pobre animal indefenso. Yo le dije que nuestra gata nos estaba protegiendo, que de haber visto esa cosa saltando por nuestro departamento habría terminado lanzándome por la ventana. Una vez que mi gata acabó de asesinar aquel horrible insecto, acudió a mi cuarto expedita para que le rindiera pleitesía, sentada en el estante más alto de mi biblioteca.

domingo, enero 17, 2010

Día 900, domingo

Sábado a la noche. Centro de Lima. Los edificios aledaños a la plaza San Martín brillan con luz diáfana. Sus estructuras rectangulares y curvas dan cuenta de miles de noches similares. Dentro de la discoteca, los cuerpos se mueven como sombras sin sentido. La oscuridad de la noche, el olor a tabaco, la cerveza derramada en los pisos y los gritos de los jóvenes que vienen a gastar el dinero de la semana. Esta noche me muevo por el escenario de El Directorio como un alma en pena, botella en una mano y vaso de plástico en otra. Le doy sorbos a la última cerveza de la noche admitiendo que ha fracasado mi plan. Bailo torpemente, moviendo pies y hombros. Miradas que se cruzan, palabras que se quedan en la lengua y muchas posibilidades por explorar. No soy bueno con el lenguaje no verbal. En la puerta, unos tres chicos, ex compañeros míos del colegio Alpamayo, vestidos con el uniforme del colegio Alpamayo, hacen acto de presencia y pretenden buscar algo con la mirada. Me escondo entre los cuerpos opacos que bailan en la pista de baile esta noche. Bebo un sorbo de cerveza. Los chicos me lanzan una mirada cómplice y se ríen.

sábado, enero 16, 2010

Día 898, sábado

Anoche, en la fiesta a la que fui en casa de un amigo, llegaron dos chicos del colegio Alpamayo. No me refiero a que aparecieron dos chicos de la clase de mi ex colegio, que me senté con ellos a tomar un par de cervezas y a conversar, o que nos saludamos como lo hacen aquellos que se identifican como de la misma promoción. A la fiesta de mi amigo llegaron dos tipos con el uniforme del colegio Alpamayo. Apenas los vi cruzar el umbral de la puerta, quedé petrificado. Los reconocí al instante: efectivamente, eran chicos del salón, y estaban vestidos con el uniforme del colegio Alpamayo, mirando entre las personas de aquella bulliciosa reunión en busca de algo. Por mero instinto de supervivencia, me escondí en la cocina hasta que los chicos se fueron. Según pude notar, uno de ellos llevaba un cuchillo en la mano.

lunes, enero 11, 2010






domingo, enero 10, 2010


sábado, enero 02, 2010

1997